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9/10/11

Summer walkabout.

Han pasado casi tres meses, y ya iba siendo hora de contar algo de la excursioncilla que nos hicimos Miguel y yo este veranito.
Teníamos 7 días para montar en moto, y nuestros planes estaban orientados a visitar el valle del  Loira, y sus afamados castillos, y subir a las playas de Normandía  y parte de la costa norte francesa. Concretamente, en mi caso, iba con la idea de fotografiar el monte St. Michelle, el cual he visto en muchas ocasiones en televisión.
Nuestro primer día empezó tempranito, para que nos cundiera, con la idea de llegar a Francia ese día.
Los primeros dos tercios de ese día fueron apacibles y con buen tiempo, pero en cuanto entramos en Navarra empezó a empeorar, convirtiéndose en una constante llovizna. Como experiencia novedosa, hicimos uso de los intercomunicadores que permitían llevar una charla amena durante algunos tramos del camino…parece que no, pero con esta posibilidad de ir charlando, los tramos de carretera recta se hacen más amenos.

La sarrasqueta y sus víctimas.
 La entrada en Francia la teníamos planificada por el puerto de Larrau, y en qué día se nos ocurrió. La subida por la parte española, aunque con agua y mucho viento, estaba en buen estado, pero la bajada, ya en Francia, era penosa. Carretera rota, curvas de 180º y más, y claro con pendientes pronunciadas y en mojado. Hubiera bajado más rápido con la bici.
Ya en el llano, y un poco hasta las pelotas, paramos a 70km de nuestro destino, Pau, y decidimos alojarnos en un hostal (por llamarlo de alguna manera) digno de Norman Bates. Realmente, paramos ante la necesidad imperiosa de Miguel de entrar en calor…y según nos paramos en la puerta del hostal, salió una señora a la caza y captura de clientes hablando un medio español de difícil interpretación. Nos pusimos de acuerdo con ella y nos abrió las puertas de una parcela para meter las motos. Nos comentó que tardaba 10 minutos en preparar la habitación porque  textualmente afirmó que tenía que “aspirar las camas”.  Recé internamente para que eso supusiese un error lingüístico y no una realidad. Al final no creo que tuviese que aspirar las camas…pero el panorama de la habitación era desolador….casi tanto como un juego de cinco bragazas modelo “bajoteta” con las que tuvimos que convivir mientras la responsable del local preparaba la habitación. Estas prendas se secaban a la luz de la lluvia pendiendo de una cuerda allá donde dejamos las motos.

Farol francés.
 Puerta sin llave, bidé portátil, casera con bigote…Pero las motos a cubierto y con una sopita caliente, enseguida se pasó el bajón. La sopa efectivamente, reparadora, y el lugar pintoresco, la sarrasqueta (trabuco de postas) del abuelo pendía de la correa junto a la chimenea, cerca de los restos mortales de los que seguramente habían sido víctimas suyas. Concretamente una de estas víctimas era un mamífero vertebrado de cuatro patas que se encontraba adherido a la pared en una postura absolutamente antinatural
Dado que no paraba de llover, y que las previsiones nos daban agua para los próximos tres días por toda Francia, tomamos la dolorosa decisión de volvernos para nuestra soleada España, para continuar con nuestro “walkabout” particular.
El segundo día, también tuvo una parte infernal, ya que se nos ocurrió la brillante idea (el desconocimiento es lo que tiene) de salir de Francia por Irún, y por la nacional. Cosa que os recomiendo, no hagáis, por el mucho tráfico, y gran número de camiones. El peaje a pagar, como alternativa, está bien pagado.
Para rematar, después del infierno de salir del país vecino, al entrar, y  a los pocos kilómetros de sobrepasar San Sebastián, otro atasco kilométrico, que cálculo que serían unos 20 km, en la autovía. Donde nos tocó zizaguear para no morirnos de asco. Causado por un tráiler cisterna que había volcado en una de las curvas pronunciadas de bajada.
A partir de Vitoria, N-1, también con mucho tráfico pesado, y aburrida. Pero antes de llegar a Burgos, nos desviamos hacia el Noroeste para enfilar hacia el lugar de pernocta de este día. Aguilar de Campoo. Aguilar es un pueblo curioso, mezcla de lo industrial y lo antiguo…la zona vieja, si bien pequeña, es interesante de visitar…por las  vistas y por el delicioso aroma que impregna todo el pueblo.

Aguilar de Campoo.
 Olor a galletas, y chuletón de 1kg (para compartir, ehh). Especial mención a la salsa de hierbas provenzales que adornaban el pedazo chuletón hecho a la piedra allí, en la mesa, in situ y sin anestesia.
Para el tercer día teníamos preparada una ruta por el Bierzo, bonita zona, que descubrí el año pasado, y por la que habrá que pasar con más tiempo para disfrutar de lo que nos ofrece.
Aquí ya a revolcarnos como cochinillos, con curvas, carreteras perdidas y paisajes deslumbrantes.
Nos ocurrió una de las anécdotas del viaje. En una parada para estirar piernas, se nos acercó un paisano y nos contó vida y milagros, sobre todo de la cosechadora de su hijo.
Este tipo de cosas me encantan, la espontaneidad, la tranquilidad de otro ritmo de vida y el buen rollo general.

Los gaticos de los Montes.
 Bordeamos León, con algún que otro despiste y pillamos dirección Astorga. Para a partir de ahí, tirar suroeste, para arrimarnos a Vitigudino. Siguen carreteras interesantes, y pasamos por una de las presas más grandes de Europa, el embalse de la Almendra.
En Viti nos acogería Montes y su familia, de forma inmejorable. Gran hospitalidad la suya. Creo que es necesario agradecer al Sr. Antonio y la Sra. Poli lo agradable que hicieron nuestra estancia allí, sobre todo en un momento difícil por el ajetreo de los preparativos de un enlace matrimonial en el que se veían inmersos.
Viendo retozar al Catalino, y otros animalillos, y con un bañito en la pisci, y  una suculenta cena.
Íbamos con la idea de tocar Portugal, pero lo meditamos, y ya que no andábamos, precisamente, sobrados de información. Recordaros que desde el segundo día, íbamos a la aventura, decidiendo sobre la marcha que haríamos el día siguiente. Pues decidimos tirar “pal” sur, pero pegaditos a la frontera portuguesa.
Empezamos el cuarto día equivocándonos en el primer cruce importante, y en vez de tirar para el sur, nos acercábamos a Ciudad Rodrigo. Y para evitar esto, decidimos comprar una guía en una gasolinera, que al final nos fue de mucha utilidad el resto del viaje. Pudiendo planificar las rutas, suficientemente, el día anterior, y montándonos unos “road-books” decentes.
Hacia la sierra de Francia, pero quizás cogiendo más rectas de lo deseable, y después a Bejar, donde hicimos parada y fonda, disfrutando de la niña de exorcista,  que creo, todos los del restaurante, deseamos acallar de forma violenta. Se juntaron dos cosas, lo terriblemente malo del menú y la puñetera niña…esa combinación hicieron que en lo más dentro de mí notase como crecía el Herodes que llevo en mi interior. El colofón lo puso la familia de la p..ta niña, que no tuvieron ningún reparo en pasear a un perrito que llevaban de mascota, dejar que el perrito deyectara una abominación de respetables dimensiones en mitad de la zona de aparcamiento y abandonar toda aquella masa allí en medio como si de una mina Claymore se tratase.

Ba'joz.
De nuevo rumbo sur, hacia Badajoz, pasando por el inmenso embalse de Alcántara.
Aquí ya empieza a hacer calorcillo. Y volvemos a tener una conversación con paisanos, esta vez en una gasolinera.
En Badajoz nos alojamos en un hotel tochísimo, algo decrépito,  pero a un buen precio, y con garaje interior. Vueltita por el centro, con cenita a base de bacalao a bras y dourado.  Miss Perraca 2011 cenó aquella noche en el mismo local que nosotros para solaz y alborozo de la parroquia.

La llave.
 Se nos olvidó devolver la llave, y volvió a los madriles con nosotros.
Por la mañana del quinto día, y siguiendo rumbo sur, disfrutamos de unas zonas de curvas realmente buenas, y como siempre en estas zonas, los paisajes suelen ser para quedarse embobado mirando. La N-435 casi hasta Valverde del  Camino.
A la altura de Sevilla, cambiamos rumbo este, haciéndose un poco pesadita la circunvalación de la capital andaluza. Siguiendo el cauce del Guadalquivir hasta Lora del Río.
Allí hacia el sur, vía Carmona. Y a partir de Morón de la Frontera, empezamos a trastear por carreteras secundarias, con muchísimas curvas, hasta que llegamos a nuestro destino, Ronda.

Ronda.
 Nos alojamos en hotelito con piscina, y disfrutamos de una merecida y refrescante recompensa.
Paseíto por Ronda, y cenita agradable.
El plan para el sexto día fue dar una vuelta por la sierra de Grazalema. Zona también digna de verse y de disfrutarla en moto y después de esta vueltecilla, empezar a subir dirección noreste, hacia Córdoba.
Paramos a comer, creo que en El Rubio, en un bar de pueblo y de bocata, siendo el centro de las conversaciones de los lugareños.
Seguimos nuestro camino, y en la entrada a Puente Genil, y no sé muy bien porque, Miguel, en una curva con asfalto muy, muy pulido, con bastante suciedad y creo que contra peraltada, “decidió” convertir su S en una GS, y hacerse una excursioncita a la cuneta. Afortunadamente sin males mayores. Pero con una maleta cascada y algún arañazo superfluo, la moto.

Los que suscriben.
Después de susto inicial. Apañamos la maleta como podemos con la red y Miguelito se carga la mochila de una tonelada a la espalda.  Ese peso comenzó a incrementar el grado de la escoliosis de mi espalda…pero realmente el dolor era más moral que físico. Es la primera vez que me sucede esto y se juntan muchas cosas en la cabeza…la moto estará bien? Me puedo fiar de ella? En caso afirmativo, voy a deslizar de delante de aquí en adelante? Qué putada!!! Se me ha rozado la moto… En fin, que todas sean como esta, si es que vuelvo a tener que sufrir alguna.
En Aguilar de la Frontera paramos para darle un manguerazo a la negra. Y llegamos a Fernán Núñez al poco, donde nos alojarían Bea y su familia. Que se portaron estupendamente con nosotros. Tuvimos también pisci, y cenita  copiosa y sobremesa de risas, como no puede ser de otra manera, cuando Miguel cuentas sus historias. Gracias a Bea, su hermana y sus padres por recibirnos de aquella manera y aguantar mis historias. Nos enseñaron Fernán Núñez, nos contaron la historia del pueblo y nos enseñaron el huerto, nos hicieron sentir como en casa. Especial mención al hijoputa del perro del vecino, que cuando me acerqué al vallado del chalet contiguo para acariciarlo, ni corto ni perezoso, y para mi sorpresa, levantó la patita y trató de mearme de arriba abajo. Si no es porque reaccioné con reflejos felinos, me mea vivo, el cabrón de él, que dios lo confunda.
Para volver para Madrid, el séptimo día, usamos el camino por Montoro y la N-420, que ya tengo bastante trillado.
Esta parte de la ruta, tiene zonas también muy chulas, y bonitas.
Paramos a comer en el mismo restaurante en el que paramos cuando hicimos la de Cabañeros, antes del verano, y a la altura de Santa Cruz de Retamar, nos separamos para volver a nuestras respectivas casas.
Al final, en el contador de la Lola, 3300km más, otro buen zurrón de anécdotas, montones de kilómetros de carreteras espectaculares, y por supuesto más experiencias compartidas con el Miguelito, con el que siempre es un placer rodar y convivir. Bueno, no siempre, que a veces es “mu” guarro y escrupuloso. ;-) Espero que el año que viene, podamos repetir…
Por Miguel y Fernando.

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